miércoles, 25 de marzo de 2009

Y así empezó todo... (7ª Parte)

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Las veintiocho horas pasaron como un sueño febril, lleno de agonía, confusión y frustración.

Y era hora de partir.

Kaiya estaba de pie en el puente, apartada del camino de las idas y venidas y observando cómo la tripulación apresuradamente reclutada se afanaba furiosamente por poner en orden cada uno de los obstinados sistemas de la rebautizada Estrella Remota. El puente hervía en conversaciones puntualizadas por órdenes y bastantes más juramentos por lo bajo de lo que ella acostumbraba a oír a bordo de una nave de la Nueva República.

Y aun así, en muchos sentidos era como volver a casa. Su primer desafío al Imperio tuvo lugar en Siluria 111, con una fuerza de ataque compuesta exclusivamente por familiares y amigos.

Al menos en esta ocasión a los civiles a bordo se les presumía alguna destreza y experiencia en sus supuestos cometidos.

-¿Adrimetrum? -Un hombre alto y pálido llamaba desde la sala de operaciones de la Estrella Remota. El teniente Darryn Thyte, si Kaiya se había quedado bien con el nombre: un antiguo piloto de Ala-X que había abandonado la carlinga tras perder un brazo en Vaenrood-. He detectado un camión deslizador subiendo por la carretera hacia nosotros. ¿Esperamos a alguien?

-No, que yo sepa -dijo Kaiya dando media vuelta y observando la pantalla. Era un modelo civil de camión deslizador, bastante antiguo, con las escotillas de ventilación cubiertas por paneles en blanco. Acercándose al hombro de Thyte, pulsó la clave del hangar-. Ciro, aquí Adrimetrum. Tenemos compañía.

-Lo sé -repuso la voz de Ciro-. La teniente Gorjaye lo detectó hace un minuto mientras hacía un examen de estabilidad a su Ala-X.

-¿Y por qué no me lo ha dicho? -protestó Thyte antes de que Kaiya pudiera responder-. Al cuerno con todo, capitán. Soy el oficial de operaciones aquí, y eso significa comunicaciones, navegación y sensores. Si Gorjaye piensa que puede hacer mi trabajo pues que venga aquí e intente hacerlo.

-Nadie piensa que otro pueda hacer su trabajo, teniente - lo tranquilizó Ciro. Aún no habían abandonado el planeta y ya estaba cansado de enfrentarse con la corrosiva actitud de Thyte-. Adrimetrum, reúnase conmigo en la escotilla de babor y veamos de quién se trata.

El camión deslizador se había detenido aproximadamente en el momento en que Kaiya llegaba a la escotilla. Ciro ya estaba esperando; junto a él, acechando casi invisible entre las sombras de la entrada estaba el defel Kl'aal. Entreoído a través de los árboles, Kaiya vislumbró por un instante el Ala-X de la teniente Ranna Gorjaye que les prestaba cobertura aérea. La puerta del camión deslizador se abrió.

-Ah, el capitán Ciro, supongo -saludó alegremente el twi'lek mientras saltaba al polvoriento suelo-. Mi nombre es Loh'khar. Me llaman el Descubridor.

-Sí, el teniente Page me habló de usted –dijo Ciro sin siquiera intentar disimular su enfado-. No pretendo ser desagradable, Loh'khar, pero aquí andamos con el tiempo justo. A menos que haya adquirido nuevos conocimientos en las últimas veinticuatro horas, no nos va a ser de utilidad a bordo de la Estrella Remota.

-Ah, pero tal vez sí lo sea -dijo Loh'khar con una amplia sonrisa y acercándose al costado del camión deslizador-. O al menos tal vez éstos les sean de utilidad. -Con una floritura desató el panel lateral, mostrando la carga, Kaiya contuvo la respiración. «¿No es eso...?»

-Cincuenta condensadores de energía para turboláser completamente nuevos -confirmó el Twi'lek, aún sonriendo-. Ni siquiera están desembalados.

-¿Dónde los ha encontrado en Kal'Shebbol? -exigió saber Ciro-. Hemos puesto todo el planeta patas arriba en su busca.

Loh'khar agitó una mano de largas uñas: «Se trata de un talento, capitán», dijo afectadamente. «Un conocimiento, si quiere. Difícil de adquirir... pero, ¿tal vez útil, pese a todo?»

Ciro suspiró y negó con la cabeza. «Y sin tal vez», admitió. «Creo que podremos apretujar a uno más ahí dentro. Suba a bordo. Llamaré a algunos hombres para que carguen esto».

-No hace falta. -El twi'lek silbó, y tres alienígenas bajitos y con escamas rojas brincaron de la cabina.


Gorjeando como niños inquietos, cada uno agarró un condensador de energía y lo subieron por la rampa. Depositadas sus cargas junto a la pared, volvieron hacia el camión deslizador.

Ciro miró a Kaiya. «Creo que podremos apretujar a cuatro más ahí dentro», se corrigió. «Espero que estés preparada para esto».

Kaiya miró al twi'lek y a los tres pequeños alienígenas.

No, tenía que admitir que realmente no.

Habían pasado demasiadas cosas y demasiado rápido en esta misión. Civiles, soldados regulares de la Nueva República, antiguos imperiales... toda la nave era un compuesto inflamable ya antes de empezar. Añádanse algunas enemistades personales y ciertos secretos inconfesables, y tendrás una guerra civil en ciernes.

Pero había que hacerlo. Y era la Estrella Remota quien tendría que hacerlo. Porque al final de este largo viaje les esperaba el moff Sarne.

Y el Guardián Oscuro.

-Claro que estoy preparada - le dijo a Ciro-. Manos a la obra.

Y así empezó todo...

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